A san Antonio Abad o san Antón (17 de enero) se le asocia a la vida eremita, a la fortaleza frente las reiteradas tentaciones del diablo y a la protección de los suidos que le acompañan en su clásica iconografía. Ganado y bestias domésticas en general a los que en su festividad se les solía dar una jornada de asueto. A su vez, se procedía a bendecirles haciéndoles pasar por encima de los restos humeantes del tronco de Navidad, atravesando un elemento protector colocado en el dintel de las cuadras, dándoles pan y agua bendecidos y si no, rodeando una ermita o iglesia bajo la advocación de su patrón.
Entre los acuerdos sociales consuetudinarios de las sociedades tradicionales, podemos destacar la ayuda mutua o la solidaridad grupal a nivel de barrio o localidad. Son conocidas en el ámbito de las estructurales labores comunitarias obligatorias como auzolanak (vereda) y se concretan en arreglos de caminos (bidegintza edo herribidea), puentes (zubigintza), ermitas, escuelas, elaboración de cal, etc. También estaban las prestaciones mutuas voluntarias de trabajo colaborativo entre personas vecinas que demandaban cooperación y buscaban un ahorro de recursos (artozuriketak, txarribodak, goruetan, linuaren lanak, etc.) o que significaban un gran esfuerzo y energía (rotura, siega, trilla, reedificar viviendas, etc.), se intervenía frente a situaciones de desgracia o privación (zimaur-lorra, bildots-lorra, etc.) y ayudas de bienes a nuevos matrimonios o personas y grupos locales en riesgo de exclusión social.
Pero a su vez, se articulaban organizaciones vecinales y de solidaridad artesanal, que se concretaban en cofradías, hermandades y agrupaciones gremiales. Las cofradías solían ceñirse a una unidad territorial y social administrativa (concejos, barrios, pedanías, sindicatos o parroquias), asociadas a las construcciones subsidiarias religiosas o agrupadas en torno al sentimiento fervoroso. Y en lo que aquí nos ocupa, se constituyeron sencillas formas asistenciales o seguros de ayuda mutua voluntaria (hermandades de ganaderos, incendios, defunción, bienes muebles e inmuebles, etc.). Las hermandades de ganaderos (ermandadiek) tenían al santo egipcio por patrón, acudían a misa en su celebración, se paseaban en cortejo ecuestre con su bandera de cofrades, estructurándose por espacios de convivencia (localidad o barrio) y actividad o posesión de ganado, eligiendo un listero (mayordomo o prior) que llevaba las cuentas y era acompañado por dos o tres cabos (kabuek) que temporalmente (cada dos o cada seis meses según testimonios o localidades) visitaban las estabulaciones tasando el ganado (en base a sus características de número, estado o calidad) o lo concentraban en la plazay según su valor de tasación se debía aportar un dinero. En caso de enfermedad o accidente de la bestia se costeaba “a prorrateo” y si el animal estaba en buenas condiciones de salubridad era repartido entre los asociados.
Además, en algunas localidades se llevan a cabo prácticas que tienen su origen en épocas de escasez. Por ejemplo, se procede a llevar alimentos a la celebración eucarística de la jornada festiva, para luego en el exterior ser subastados (errematak) en puja pública. En diferentes latitudes se organizan populares rifas de un cebado cerdo (txerria o “cucho”) cuya recaudación se destinaba a la caridad. Algunos santuarios congregan bendiciones de panes, agua o elementos (cencerros, campanillas, velas, aparejos, etc.) que los consumen o usan los animales o también las personas.
Labores vecinales de cooperación comunitaria que solían suscitar espontáneos ágapes y momentos coreográficos (txakolin dantza, irri dantzak o danzas juego, bailes variados, etc.). Y a su vez, las agrupaciones agrícola-ganaderas de las cofradías o hermandades organizaban festejos, romerías, feriales de ganado, actos procesionales que agasajaban con grupos de danzantes, propios o contratados, interpretando conjuntos de danzas rituales.
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo