La guardia romana. Fernando Hualde.Aparentemente todas las Semana Santas son muy similares; evidentemente la estructura religiosa que las articula y las motiva es la misma, y en esto Pamplona comparte con el resto de localidades una misma tipología de actos penitenciales, que en el caso de la capital navarra pasan por los Oficios propios de cada día santo y por la llamada procesión del Santo Entierro en la tarde del Viernes Santo, así como por la función de las “Siete palabras” que esa mañana le precede en la Catedral. Pese a ello Pamplona secularmente ha sabido marcar unas diferencias que hacen que la Semana Santa pamplonesa sea peculiar y única. Vamos a ver algunas de sus particularidades más importantes que no se encuentran en otros lugares.
La primera, y poca gente es consciente de ello, es que la ciudad de Pamplona acoge a nivel estatal la celebración del primer acto procesional asociado a la Semana Santa, y esto sucede exactamente cuarenta días antes del inicio de esta, es decir, el Miércoles de Ceniza. Ese día, con la resaca de los carnavales en las calles, y precedidos de la guardia romana, salen a la calle los entunicados penitentes ―en Pamplona denominados mozorros―, en medio de un silencio absoluto que solo lo rompe el crujir de las andas de madera al mecerse al ritmo que los Hermanos de la Pasión que portan el paso del Cristo alzado ―que hiciera el roncalés Fructuoso Orduna― desde la Dormitalería hasta la Catedral de Pamplona en donde es recibido por el cabildo catedralicio. Allí pasa la Cuaresma esta sobria imagen dándole solemnidad cada viernes a los Vía Crucis penitenciales que preceden a la Semana Santa.
Y Pamplona acoge también otro acto exclusivo, y penitencial, nada menos que desde el año 1600. Hablamos de la Función de las Cinco Llagas, es decir, de la renovación del voto que hizo la ciudad de Pamplona en 1599 por haberle librado de la peste. Sucede esto, desde entonces, la tarde del Jueves Santo, antes de los Oficios, en la iglesia parroquial de San Agustín. Hasta allí, desde la Casa Consistorial, acude la corporación municipal en Cuerpo de Ciudad, es decir, haciendo uso de símbolos, atributos y de un protocolo que se usa exclusivamente en seis ocasiones al año, siendo esta una de ellas.
Dentro de la iglesia se hace un acto religioso que incluye una marcha procesional por el interior del templo en la que se porta la efigie de las Cinco Llagas, precedida esta, y de forma igualmente excepcional, por una bandera negra que en este día santo sustituye a la bandera oficial de la ciudad. Así mismo, en esa tarde, y exclusivamente en ella, los clarineros de la comitiva que acompaña por las calles a la Corporación, llevan puesta en sus clarines una sordina que evita una estridencia impropia de un acto enmarcado en la Semana Santa.
Y si alguien quiere seguir buscando y disfrutando de más detalles exclusivos de Pamplona en esos días santos, que bajo ningún concepto se pierda el Traslado de la Dolorosa y el Retorno de la Dolorosa; dos actos procesionales que acaparan el fervor de los creyentes quienes, por miles, flanquean y acompañan a la Virgen de la Soledad, la Dolorosa, desde su refugio de la iglesia de San Lorenzo hasta la Catedral de Pamplona, y también a la inversa. Son actos que sobrecogen, en los que se escucha el silencio, y que marcan los hechos diferenciales de siete días penitenciales que tienden a pasar desapercibidos frente a la vistosidad de las procesiones castellanas y andaluzas.
Fernando Hualde – Etnógrafo – Labrit Patrimonio