Con este término de ojalatero no se designa en la Llanada Alavesa al ‘hojalatero’, es decir al fabricante o vendedor de piezas de hojalata ni al ‘ojalatero’ (derivado de ‘ojalá’) que en las contiendas civiles (por ejemplo en las guerras carlistas), se limitaba a desear el triunfo de su partido.
En algunos pueblos de la Llanada, como Apodaka, ostentaba la condición de vecino el cabeza de familia labrador, ganadero o rentero. Los demás eran ojalateros y para ello debían ser mayores de edad y vivir en el pueblo con puerta abierta más de medio año seguido. Así, eran ojalateros: el cura, el médico, el veterinario, los maestros, los guardas de la Diputación Foral, los camineros, el pastor y los jornaleros. También lo eran los hijos de los labradores y ganaderos casados a la casa familiar mientras el padre no se retirase o tuvieran entrada aparte en la casa.
Carecían de derechos y deberes vecinales. No podían asistir a los concejos ni ostentar cargo en la junta salvo ejercer de secretario pero sin voz ni voto. No hacían veredas ni seguían renques. Había algunas excepciones, así, podían ser sacristanes, campaneros, ganaderos por renque o hacer la limpieza de la nieve de su puerta a la del vecino. Solo tenían derecho a media foguera en la iglesia.
Cuando alguno acudía al concejo a exponer un asunto porque se lo hubieran pedido o hubiera él solicitado audiencia, debía permanecer de pie, pues carecía de escaño. El presidente de la junta le preguntaba y una vez respondía, el tercero de la junta le acompañaba a la puerta y le invitaba a salir, sin dar la espalda en ningún momento. Si la respuesta era urgente aguardaba fuera a recibirla y, en caso contrario, le daban aviso del resultado en su casa.
Mientras el cabeza de familia no se retirara, los hijos no podían ser vecinos ni ejercer autoridad ni cargo alguno. ‘Mozo’ podía ser todo soltero, fuera hijo de vecino, de ojalatero o criado. Solo el mozo que vivía en casa aparte (de puerta abierta) en la que debía dormir todos los días y tener ‘foguera’ podía adquirir la condición de vecino debiendo, además, pagar una cántara de vino al concejo. También se pagaba una cántara de vino al dejar de ser vecino.
Es una tradición que se desvaneció en los años 1980.
Isidro Sáenz de Urturi – Etniker Álava – Grupos Etniker Euskalerria