Más allá de su función arquitectónica, la teja (teila) destaca en el folklore y la etnografía vascos como un elemento cargado de simbolismo, representando principalmente la casa (etxea), entendida esta como algo más que una construcción.
Como tal, representaba también la propiedad privada frente a la comunal. Así, para señalar su naturaleza comunal, los tejados de algunas bordas de pastores situadas en terrenos comunales no podían ser de teja, porque la cubierta de teja estaba reservada para la propiedad inmueble.
La casa, como entidad protectora del grupo doméstico, aparece representada por la teja en varios ejemplos que a continuación apuntamos.
Hasta fines del siglo XIX estuvo muy extendida la costumbre de enterrar o inhumar bajo el alero del tejado de la casa o en la huerta contigua a los niños recién nacidos muertos sin bautismo. En estos casos, dos tejas abarquilladas servían de ataúd para el cuerpo del infante, representando la casa protectora.
La llamada ‘misa de parida’ era otro rito significativo en este sentido. Tras dar a luz, la mujer pasaba un período de impureza en el que debía permanecer en casa. Acudía por primera vez a la iglesia con una teja sobre la cabeza para dar a entender que durante la cuarentena no había traspuesto el umbral de la casa. Si por algún motivo necesitara salir de casa antes de la misa, se protegía con una teja.
Antaño también fue costumbre en algunas localidades facilitar el tránsito del alma de un difunto hacia el cielo levantándole una teja del tejado o abriéndole una ventana de la habitación. En ocasiones las tejas retiradas se colocaban en forma de cruz.
Algunos fueros vinculaban la teja a asuntos de herencias, como es el caso del Fuero de Bizkaia, al permitir al causante elegir libremente su sucesor, pudiendo apartar al resto de herederos mediante la fórmula: “Aparto con un palmo de tierra, una teja y un real de vellón”.
La teja estaba asimismo presente en la acotación de parcelas. La delimitación de los terrenos pertenecientes a la casa se efectuaba mediante mojones o piedras hincadas en la tierra. Era común depositar uno o varios cascos de teja bajo los mojones, de modo que cuando existían dudas sobre la autenticidad de un mojón, la presencia o ausencia de teja resolvía la cuestión.
Hasta donde llegaba la teja, hasta allí llegaba la casa. En este mismo sentido, el alcalde de la villa vizcaina de Bermeo lanza cada año una teja frente a la isla de Izaro el día de la fiesta de la Magdalena (22 de julio) diciendo: “Honaino heltzen dira Bermeoko itoginak!” (Hasta aquí llegan las goteras de Bermeo). Con esta fiesta de limitado se trata de verificar el amojonamiento de la villa, para lo cual, como decimos, la teja era utilizada de testigo.
Todos estos ejemplos etnográficos ilustran el uso de la teja como símbolo de la casa y sus dominios, y por extensión, de la propiedad privada.
Daniel Rementeria – Lorra Kultur Elkartea
Para más información pueden consultarse los tomos dedicados a Ritos del Nacimiento al Matrimonio, la Casa y Familia y la Agricultura del Atlas Etnográfico de Vasconia.