Todo aquel que nos visite en invierno verá los montes de Iparralde ardiendo. El objetivo de dichos fuegos es la gestión y la limpieza de los pastos y prados para el ganado. Debido a la reducida extensión de las granjas de Iparralde, necesitan de los montes de los alrededores para abastecerse de los pastos. En consecuencia, cuidan y atienden el monte al igual que lo hacen con sus caseríos. Generalmente limpian con fuego aquellas zonas a las que no pueden acceder las máquinas.
El uso del fuego responde a diferentes fines.
El primero, producir forraje para el ganado. Sin el uso del fuego esos terrenos se llenan de zarzas. Por el contrario, si se hace un buen uso del fuego, se produce un notable aumento del pasto que evita tener que comprar forraje ajeno a la hacienda.
El segundo objetivo es la transmisión. Si se trata de granjas pequeñas, el labrador, aunque no aproveche algunas zonas, las cuida para las generaciones futuras. Sabe que, si deja que crezca la vegetación, los futuros propietarios tendrán dificultades para reconvertir estas zonas en pastizales.
El tercer motivo está relacionado con las ayudas económicas europeas, que responden a una serie de objetivos ecológicos y económicos: los agricultores necesitan de dichas ayudas.
La última razón puede responder a cuestiones estéticas. Algunos quieren mantener limpio su entorno, como lo han visto siempre. A pesar de no necesitar pastos, siguen con la tradición de quemar los matorrales y las zarzas para mantenerlos controlados.
Las zonas de montaña son aprovechadas por los agricultores desde mayo hasta noviembre. Son terrenos comunales. En consecuencia, el mantenimiento de estas tierras también es comunitario. Normalmente gestionan el encendido y el seguimiento del fuego entre cuatro o cinco personas, previa solicitud de autorización al Ayuntamiento.
Esos fuegos no se hacen de cualquier manera, requieren conocimiento y habilidades:
– Se debe conocer la vegetación para saber con qué periodicidad hay que hacer la limpieza.
– Hay que tener en cuenta el tiempo atmosférico, principalmente el viento.
– Los agricultores deben disponer de herramientas para controlar el fuego (palas o escobas de árgoma).
– En los días previos al incendio, hay que limitar su expansión, segando la vegetación de las lindes y creando una especie de muro de tierra. Algunos incluso queman anteriormente la zona en la que quieren detener el fuego.
– Unos gestionan el fuego de arriba abajo, otros lo hacen a la contra. La tercera técnica consiste en dar fuego de mata en mata, es decir, quemando zonas reducidas aquí y allá.
Los fuegos del invierno influyen en los paisajes que contemplamos. Aportan distintos tipos de hierba adaptada a las necesidades del ganado.
El impacto sobre los animales de las zonas donde se hacen fuegos no es tan evidente, quizá debido a la escasa investigación. Al realizarse en invierno, debido a la ausencia de animales y a la humedad del suelo, parece que no reducen directamente la biodiversidad animal. Así lo dice un informe elaborado por la Euskal Herriko Laborantza Ganbara (ilovepdf_BIBLIO-URL_FUSIONNÉ_VF.pdf (ehlgbai.org)).
Por supuesto, esta práctica tradicional tiene sus defensores y sus detractores. Tal y como consta en el informe, las respuestas no son binarias. En febrero de 2000, en las laderas de Ezterenzubi se produjo un grave accidente que suscitó muchas controversias. Desde entonces esta costumbre se sigue practicando bajo un control más férreo.
Pantxix Bidart Pla