Para describir la cultura de un pueblo, además de un método de investigación directo, como es el trabajo de campo, procede un estudio histórico del pasado más lejano, fundamentado en documentos de archivo, grabados o pinturas, así como testimonios de geógrafos, historiadores o viajeros.
Trabajo en una institución que no es casual que lleve el nombre de un reconocido historiador vasco y que dispone de una biblioteca de temática vasca con obras harto interesantes bajo un criterio etnohistórico, entre otros. Basta con ojearlas para tropezar con reseñas que logran cautivar la atención de hasta la más profana en esto de la etnografía. Y paso a ilustrar lo que intento exponer.
Se sabe que el vasco primitivo se armaba para la ofensiva de espada, dardos arrojadizos, honda y saco para piedras, hacha, bidente, pica o mazo, según las circunstancias lo requirieran. En la época romana empuñaba, por lo común, lanza, dardo, espada, hacha o machete.
Señala Labayru que el uso de la lanza, en concreto, fue constante y general entre los euskaldunes desde tiempos inmemoriales, quienes ni a la iglesia acudían desarmados, no solo al inicio del proceso de cristianización de nuestro pueblo, sino por cientos de años con posterioridad, sin que se desterrara el hábito, a fuerza de prohibiciones y penas, hasta bien entrado el siglo XVII, o incluso después. Dejaban los susodichos sus inseparables lanzas en el pórtico, aguardando a que concluyera el oficio, de suerte que más traza tenía aquel lugar de cuerpo de guardia que de edificio religioso.
Atestigua Poza que aún en el siglo XVI apenas había bizkaino que no llevara lanza, además de machete o espada corta, adondequiera que saliera. Según Larramendi, los gipuzkoanos del XVIII acudían a oír misa provistos de espadas, los unos, al menos para los alardes y las danzas, y de palos altos y fuertes, los otros; y corrobora Iturriza que hasta mediados del referido siglo también los bizkainos asistían a las funciones de iglesia con espadas y chuzos largos, o porkerak, conmutándolos progresivamente por palos altos y gruesos, llamados astramakilak. Cuenta Bowles que tanto bizkainos como gipuzkoanos llevaban un tal palo siempre que salían de casa, que además de servirles para sortear barrancos, arroyos y lodazales, era en sus manos un arma terrible, pues tomándolo por el medio con ambas, separadas a cierta distancia, “sabían jugarlo de modo que no temían al mejor espadachín”.
Jaione Bilbao – Departamento de Etnografía – Labayru Fundazioa
Estas son algunas de las obras consultadas: Andrés de Poza. De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas. Bilbao, 1587 [ed. 1901]; Guillermo Bowles. Introducción a la historia natural y a la geografía física de España. Madrid, 1782; Manuel de Larramendi. Corografía o descripción general de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa. Barcelona, 1882; Juan Ramón de Iturriza. Historia general de Vizcaya. Bilbao, 1885; y Estanislao Jaime de Labayru. Historia general del Señorío de Bizcaya. Bilbao, 1895.