Desde las bases metodológicas de las disciplinas humanistas y sociales, toda investigación de la cultura tradicional pivota sobre las fuentes de datos (escritos, imágenes, observaciones e informaciones orales). Como es evidente los datos orales necesitan de las personas y sus testimonios que en su terca regularidad permiten al investigador/a, mediante complejos análisis cualitativos, inferir sus sesudas conclusiones. Inestimables informaciones de saberes colectivos que pueden abarcar ámbitos tan dispares como celebraciones festivas, danzas, músicas, cantos, instrumentos musicales, indumentarias, gastronomía, rituales, oficios o labores, etc.
A medida que vamos peinando canas y mirando de reojo hacia atrás, observo que han sido centenares de personas de todas las edades y condiciones que han actuado de testigos de distintos hechos sociales. Iniciado en el seno familiar y a modo de efecto multiplicador, se fue extendiendo a numerosas personas y sus ámbitos que han contribuido de modo desinteresado con relevantes datos testimoniales. Protagonistas, junto con la amabilidad de sus familias, de infinidad de investigaciones donde su aportación personal queda eclipsada o silenciada pero plasmada en la memoria colectiva de la tradición y articulando la variopinta contribución de sus conocimientos y testimonios personales o grupales. Proceso necesario para ir reconstruyendo o reformulando distintos estudios o perspectivas de la cultura tradicional desde distintas disciplinas, metodologías y técnicas. Pero no podemos olvidar la inestimable contribución de esos informantes que con sus aportaciones silenciadas o diluidas en el conjunto de las conclusiones investigadoras, hacen posible nuestra labor.
Ya en las numerosas entrevistas, realizadas sin otro ánimo que el altruista o incluso terapéutico y teniendo cierta experiencia académica en el campo de la dependencia, podemos apuntar que la memoria colectiva no sólo beneficia al receptor o investigador, sino también a los propios emisores posibilitando ayudas a la hora de trabajar o evocar su memoria cristalizada (técnica de reminiscencia o historias de vida), atender a sus demandas de comunicar sus afincados saberes acumulados o adquirir cierto protagonismo y autoestima, otorgar valor a sus vivencias personales y comunitarias (pedagogía comunicativa y empática) o de un modo latente, sentirse coparticipes de la construcción y difusión de la cultura tradicional. Patrimonio no tangible e inmaterial que no debemos olvidar está sustentado por infinidad de personas que han vivido, viven y vivirán sus propias realidades y así, lo suelen manifestar sus desinteresados y emotivos testimonios.
Medio eficaz de reconstrucción de las particulares formas de vida tradicional de estas personas entrevistadas o de forma inconsciente, contribuyendo al fomento de la reminiscencia personal (costumbres, usos, canciones, etc.), tan presentes en la memoria cristalizada o a largo plazo que en estos casos, suele ser fortalecida frente a la denominada inmediata o a corto plazo. Por ello, tratando siempre con exquisito cuidado y desde el absoluto respeto debemos aplicar una escucha activa de sus interesantes relatos (reiteradamente oídos por sus allegados) y de modo latente, influyendo en el estado físico, cognitivo, emocional, personal y social que muchos protagonistas o familiares nos lo agradecían de modo afectuoso. Desde estas líneas nuestro más reconocido agradecimiento: Bihotz bihotzetik mila esker!
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo