Jose Ereño, pastor de Orozko, del que ya hablamos en un apunte anterior, publicado el 26 de junio de 2020, termina la elaboración de los quesos y comienza a esquilar sus ovejas entre la segunda quincena de junio y la primera de julio. Para junio, tanto José como los demás pastores han subido ya a Gorbeia, donde al ser la temperatura más baja, el esquileo se suele hacer más tarde que en los pastos bajos.
Empieza la labor temprano, cuando aún no ha amanecido, porque bien sabe que hay que aprovechar el frescor de la mañana, antes de que el sol empiece a calentar. De todos modos, para protegerse del sol tiene preparado en el corral un techo levantado con ramas de haya entrecruzadas que le sirve de cobijo.
Jose nos advierte que el corte de la manta conlleva un cambio térmico importante en el cuerpo de la oveja, por lo que en las primeras semanas hay que permanecer vigilantes para que no se enfríen los animales. Tiene siempre cuidado de no dejar la lana demasiado corta, rapera como él lo denomina, y también de no cortar la última que hayan echado, para que estén más protegidas y les proporcione algo de calor.
Además, sigue un orden en la tarea, esquilando en primer lugar las corderas de entre uno y dos años, arkaztak, que no hayan parido, balderak; y después las madres y las que se estuvieran ordeñando, cuyo esquileo se retrasaba. Las últimas en esquilar son las corderas, azuriak, de la reciente primavera, de unos cuatro meses de edad. De no hacerlo así, podría haber madres que no reconocieran a sus crías y las rechazaran.
Jose acostumbra a reunirlas en el corral de víspera, para mantenerlas en ayunas a la hora de esquilarlas y se encuentren más cómodas al manipularlas. El hecho de haber estado encerradas en un lugar reducido les hace sudar, lo cual también facilita la labor. Una a una las conduce a la sombra, para hacerlo más llevadero.
Con un brazo la sujeta del cuello, con el otro del vientre y así consigue sentarla sobre sus cuartos traseros, poniendo la espalda de la oveja contra las piernas del esquilador. Al no tener la oveja ningún apoyo se suele mantener bastante quieta. Comienza esquilando la zona de la papada, continuando después con la tripa. Jose recuerda que así empezó en esta labor, ayudándole a su padre cuando tenía alrededor de diez años.
Le ata las cuatro patas en cruz para inmovilizarla. Tumba la oveja y la esquila primero de un costado y después del otro, hasta conseguir sacar toda la lana en una sola capa. También les corta el flequillo, mototsa, con mucho esmero. Aunque hay diferencia de una oveja a otra, cada capa pesa entre dos y tres kilos; dos o tres kilos menos de lana por cabeza para afrontar el calor del verano.
Al tiempo que esquila, recorta pezuñas, revisa patas y hace que pasen por una bañera con sulfato de cobre, lejía y sal.
Tradicionalmente la lana se guardaba en sacos para su posterior venta. En los noventa, por caso, la lana de oveja se vendía a unas noventa pesetas el kilo, más o menos un euro por cada dos kilos. Los pastores solían quedarse con alguna pieza para confeccionar cordones, trailak, medias… Ha habido años que nadie la reclamaba y terminaban quemándola.
Los pastores se ayudaban unos a otros durante las jornadas que ocupaba el esquileo. Y al terminar el trabajo, el dueño del rebaño, en agradecimiento, agasajaba a quienes habían acudido a ayudarle con una buena comida. Era, sin duda, motivo de celebración.
Itziar Rotaetxe
Departamento Herri Ondarea – Labayru Fundazioa
Para más información puede consultarse el tomo dedicado a Ganadería y Pastoreo del Atlas Etnográfico de Vasconia.