Apuntes de etnografía

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Cuestación nocturna “Abendua” Ibarruri, 2012. Autor: Jon Mikel Gainza. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

El tiempo de Navidad en la cultura tradicional se iba fraguando en una sucesión de fiestas previas (Santa Bárbara, San Nicolás, La Inmaculada, Santa Lucía o Santo Tomás) y todo ello, para llegar al epicentro festivo del ciclo (Navidades, Inocentes, Año Nuevo y Reyes). Acompañando a este proceso temporal se iban sucediendo una serie de repeticiones cíclicas, como el mito del origen humano y de la propia cristiandad, los rituales de renovación (secuenciación bíblica, ritmos naturales o generacionales, etc.) o procesos adivinatorios situados al inicio del año, ceremoniales del ciclo anual, vital y diversas solemnidades de paso.

Sin olvidar una serie de rituales de protección (mediante agua, fuego, pan, etc.) de colectividades, personas, animales domésticos, cosechas y bienes inmuebles o materiales contra un conjunto de peligros que pueden acechar o afectar a la salud, perjudiciales fenómenos atmosféricos o sospechosos accidentes atribuidos a seres malignos u oscuras fuerzas y acciones.

Corte y acumulación de leña. Autor: Akaitze Kamiruaga. Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa.

Era y es manifiesta la creciente actividad en este periodo previo para hacer el acopio invernal de suministros y provisiones. La compra o trueques de animales en las abundantes ferias que salpican en esta fecha nuestra geografía, el acumular alimentos y preparar buena parte de la intendencia doméstica (leña, carbón, forraje, agua, pan, etc.) que derivarán en sosegadas tradiciones de comensalidad, las socorridas bendiciones de poblaciones, campos y animales ante las crecientes inclemencias del clima.

Y de modo especialmente simbólico, las recurrentes cuestaciones que se transformaban en visitas de buena vecindad conllevando a los moradores de alejadas casas y barriadas los clásicos parabienes y deseos de prosperidad o buenas nuevas (en forma de renovadora agua, aguinaldos, bendiciones de todo signo y condición, solidaridad vecinal e intergeneracional, etc.), recolectando alimentos (necesarios o no) o dinero; y sobre todo, la búsqueda de la cohesión social de toda la comunidad.

Clásico mercado de Santo Tomás. Autor: Josu Larrinaga Zugadi

Nos trasladamos ahora a una serie de procesos de socialización dinámicos y al cumplimiento sistemático de ciertos ceremoniales o rituales de paso que iban asociados a la elección de representantes entre iguales o en el seno de sus distintas categorías de edad. A nivel doméstico, propiciaban singulares regencias (rey o reina designados por la baraja, rey de faba o haba, etc.) que ayudaban a animar las largas sobremesas; y en el ámbito público, se producían una serie de cargos honoríficos festivos concretos (jefes de juventud) o papeles de cometido introductorio y de emulación a la asunción de corresponsabilidad colectiva adulta.

En definitiva, frente al letargo obligado por el invierno y la dificultad de una segura movilidad espacial (estado de los caminos, peligros de alimañas o fenómenos atmosféricos, sobreesfuerzo físico personal o situaciones de riesgo, acortamiento de los periodos de luz, etc.) eran momentos donde se concentraban y sucedían una serie de hechos sociales que buscaban o tenían una serie de finalidades manifiestas como latentes, vehiculizadas en el mantenimiento renovado de rituales, tradiciones y costumbres o simultáneamente, en el fomento de las ansiadas interrelaciones colectivas como generacionales.

 

Josu Larrinaga Zugadi

Sociólogo

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