Apuntes de etnografía

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Bilbao a finales del siglo XIX.

El euskera, al menos desde que lo conocemos, es una lengua pequeña en cuanto a número de hablantes y ámbito de uso, pero ha tenido que vivir junto a grandes lenguas a lo largo de toda su historia. Tuvo al celta y al ibérico de vecinos antes de que los romanos trajeran su lengua imperial a estos lares. El euskera vivió durante mucho tiempo junto al potente latín, y hoy día limita con las grandes lenguas francesa y española que son descendientes de aquel latín. La influencia antigua del latín es evidente en el euskera actual, tanto en el léxico como en la morfosintaxis. También la del castellano y el francés posteriores. ¿Pero acaso no ha dejado nuestro modesto euskera nada de huella en las grandes lenguas que le han rodeado?

En 1960 la editorial Minotauro publicó la obra Lexicón bilbaíno, del compositor y escritor bilbaíno de pura cepa Emiliano Arriaga Ribero (original de 1896). En esta obra Arriaga recogió y comentó algunas palabras curiosas surgidas debido a la influencia del euskera en el castellano bilbaíno de finales del siglo XIX. Por otro lado, Mendebalde Kultura Elkartea publicó en 2011 el libro Influencias del vascuence en la lengua castellana del sacerdote de Lezama (Bizkaia, Txorierri) Mikel Zarate Lejarraga (original de 1976). Allí Zarate explicó la huella que dejaron los vascohablantes del Txorierri y Bilbao en el castellano de finales del siglo XX.

Pues bien, teniendo en cuenta estos dos interesantes trabajos, vamos a ofrecer aquí una selección de artículos para deleitar a los aficionados a las curiosidades lingüísticas. Situaremos este trabajo entre finales del siglo XIX y finales del XX, poniendo atención en el sustrato vasco del castellano de Bilbao y sus alrededores. En esta ocasión, sin embargo, dejaremos de lado los problemas sociológicos y/o políticos que han formado parte de esta influencia y que –aunque podría ser un estudio interesante y fructífero– la dimensión de esta publicación no nos permitiría llevarlo a cabo con rigor. Por lo tanto, nos centraremos en la parte lingüística del fenómeno; pero no a nivel filológico, sino a nivel divulgativo, de manera que cualquiera lo entienda.
En este primer paso, nos ocuparemos de la fonética. En el siguiente de la morfosintaxis, y en los últimos atenderemos el léxico.

C/Z y S

Al vasco de los alrededores de Bilbao le era ajeno el fonema interdental z (cocer, veces), y en su lugar pronunciaba s al hablar en castellano: Haser y deshaser, todo es haser. Ahí está, sin saber qué haser. Amarra bien los sapatos para no caer. Yo la consiensia tranquila tengo. Si no te llega, ¡pasiensia!

D en final de palabra

En palabras que terminaban con el fonema d los vascos de los alrededores de Bilbao no la pronunciaban: Todavía no has hecho los deberes, ¿verdá? Me emosiona su caridá. Hay mucha desigualdá entre los dos equipos. Arriaga decía que era mejor hacer eso, que no lo que hacían los castellanohablantes. Ellos utilizaban el fonema z en lugar del d: Yo siempre digo la verdaz. Su bondaz era infinita.

R y RR

La r blanda era pronunciada sin problemas por los vascos de la época, pero como la r vibrante múltiple se solía pronunciar con mayor vibración en euskera que en castellano, la pronunciaban notablemente más fuerte al hablar en castellano: ¡Desirr también! Rrasón tienes. ¡Ya fue a la rromería, llevaba tiempo esperando y! No me hagas rrepetir las cosas trres veses. ¡Jesuuus, me rrompes el corasón!

CH
y TX

Los fonemas tx en euskera y ch en castellano no son del todo iguales, aunque tienen una pronunciación similar. El de euskera viene a ser algo más palatal, y por eso, las palabras del castellano que llevaban ch quedaban peculiares pronunciadas por los euskaldunes: Etxa un poco de letxe a la tasa. Antes no era fásil etxarse novia si eras muy murco. Primero has bujero con el asadutxu y luego mete la planta. Ahí siempre andan txavales.

F y P

La confusión de estos dos fonemas la cuento siempre con una anécdota. A finales del siglo pasado conocí a un albañil llamado Aurelio. Era natural de Basauri, pero toda su vida la había pasado en Castilla haciendo los hornos típicos de aquellas tierras. Aurelio dejó su casa muy joven. Después de muchos años entre castellanohablantes, olvidó por completo el euskera. Sin embargo, su acento y forma de hablar se mantenían prácticamente intactos. El caso es que estuvo algún tiempo en nuestra casa haciendo trabajos de albañilería y recuerdo perfectamente la frase que me soltó una vez, cuando le pregunté dónde estaba su ayudante Fran: ¿Pran? ¡Ha ido a la por! Yo no lo entendí. ‘Habrá ido a por algo’ pensé. Entonces insistí: ¿Cómo a la por? Y él me respondió: Ha ido a la por, a arreglar la purgoneta. De ahí deduje que ese por sería Ford, porque aquel tal Fran tenía una furgoneta de marca Ford. Así las cosas, esta sería la respuesta de Aurelio desencriptada: ¡Fran ha ido a la Ford a arreglar la furgoneta! (¡Pran ha ido a la Por a arreglar la purgoneta!).

Parece que en otro tiempo al vasco le costaba pronunciar la f del castellano y por eso usaba la p en lugar de la f. Nuestro albañil Aurelio sería uno de ellos. Pero luego los vascos aprendieron a pronunciar la f y empezó a producirse el fenómeno contrario, es decir, algunos empezaron a utilizar la f en donde tocaba la p, y viceversa. En este sentido, no tengo para olvidar el ejemplo que el que fuera filólogo y lingüista Alfonso Irigoien nos puso en una ocasión a los alumnos de Filología Vasca de Deusto. Dicen que un vasco soltó una vez, después de una copiosa comida: ¡¡¡¡…eta orain, kapea, kofa eta furua!!! (¡¡¡…y ahora, café, copa y puro!!!) (con la inversión exacta de los dos fonemas f y p). Es lo que llamamos hipercorrección, es decir, utilizar la analogía inversa por querer hablar super bien para acabar haciéndolo al revés.

 

Joseba Santxo Uriarte – Filólogo e investigador

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