La primera escritora en lengua vasca que conocemos es Vicenta Antonia Moguel (1782–1854), hermana menor del también escritor Juan José Moguel (1781–1782). Son numerosas las circunstancias que han de confluir para que una determinada persona se dedique a la escritura. Formación adecuada, deseo de escribir, capacidad creadora e inteligencia deben converger para que un texto sea escrito y después publicado. En el caso de Vicenta Moguel, circunstancias familiares, concretamente la muerte temprana de su padre, llevaron a que su tío, Juan Antonio Moguel (1745–1805), se hiciera cargo de la educación de sus sobrinos Juan José y Vicenta Moguel.
Vicenta, de mente despierta y actitud positiva, aprendió de su tío no solamente los rudimentos de la educación convencional de la época, como la lengua española o el latín, sino también el empleo del euskera, tanto en su variedad vizcaina como guipuzcoana. Publicó su primera obra en 1804, a la edad de 22 años, el mismo año en que murió su tío. Es un librito que incluye 50 fábulas de Esopo, en prosa, vertidas del latín al guipuzcoano y que lleva por título Ipui onac [Fábulas provechosas]. La joven escritora, como lo explica brillantemente en el prologo, es consciente de que cuando publicó la obra no sería bien visto que una chica joven escribiera y publicara unas fábulas. Dice textualmente: [jendeak esango du] ez dago quiola nescacha bati bururic ausitzea liburuguiñen: asco duela gorua, naiz jostorratza zucen erabiltzea ‘la gente dirá que no es conveniente que una chica se rompa la cabeza escribiendo un libro, dado que basta con que utilice correctamente la rueca y la aguja de coser’.
Con la publicación del libro de fábulas Vicenta Moguel demostró que además de ser una escritora brillante también era una persona atrevida, muy avanzada a los tiempos en que le tocó vivir. Un libro de fábulas reportaba beneficios a aquellas personas que las leyeran. Los destinatarios de estas fábulas en particular eran los labriegos vascos, niños y jóvenes. Con las fábulas aprenderían a conducirse mejor en la vida, tal y como indica el título completo del libro: Ipui onac, ceintzuetan arquituco dituzten euscaldun necazari, ta gazte guciac eracaste ederrac beren vicitza zucentzeco.
Su producción literaria no se ceñiría a dicha obra. Una vez casada y residiendo en Bilbao crearía durante las dos primeras décadas del siglo XIX unas castizas canciones de Navidad para que fueran cantadas en la iglesia. La forma de firmar estas canciones es un tanto anónima: emacume batec ateriac, es decir, ‘publicadas por una mujer’.
Jabier Kalzakorta – Académico de número de la Academia de la Lengua Vasca – Profesor de la Universidad de Deusto