Los elementos vegetales en las sociedades tradicionales agrícolas han tenido una presencia extensa como recurrente. En especial, los árboles con carácter significativo y fuerte carga comunitaria o profiláctica y que durante el periodo primaveral ejercerán la protección de la potencial cosecha o en tiempo estival, pueden conmemorar una recolección satisfactoria, evidenciada o materializada en su singular presencia. Contextos, donde los denominados árboles de mayo o árboles festivos (árbol o chopo de San Juan, Donienatxa, etc.) han sido y son práctica habitual.
También se erigen en elementos simbólicos de la comunidad (árbol de la independencia americana, árbol de la libertad francesa, roble de Gernika, árbol Malato, etc.) o de su estructura organizacional consuetudinaria. Ejercen de indicadores de límites territoriales o comunales, signos festivos o conmemorativos, obsequio visual honorífico, recurso juvenil del “amor cortés” y anuncio eminente de enlaces matrimoniales o incluso, señales sancionadoras de marginales conductas. Árboles elegidos por su envergadura o altura, cortados y transportados de forma ritual por los jóvenes, y plantados en un estratégico altozano o en el espacio público de la plaza local.
Los árboles coreográficos aparecen a su vez en danzas de cintas (zinta-dantza), danzas del árbol o danzas del cordón, siendo algunas de las variantes evolucionadas de este tronco totémico y testigo habitual en el contexto tradicional del Antiguo Régimen europeo o incluso, fueron exportados a América. Trenzados, hoy en día, asociados a los ciclos de danzas estructuradas rituales que aparecen en festividades concretas (Carnavales, Corpus, festividades patronales, etc.) y donde los danzantes tejen y destejen alrededor del poste, al ritmo de una melodía concreta. Pudiendo presentar, a modo de adorno, en el extremo superior elementos vegetales (flores, productos de huerta o ramas verdes) que recuerdan su origen inicial, muñecos o peleles que se mueven al unísono del baile, o artilugios mecánicos que se abren como colofón de la hazaña dancística (palomas al vuelo u otros efectos escénicos). Ancestral vida vegetal asociada a su enraizamiento en el seno de la tierra, su magnificencia en superficie y la cercanía de sus ramas a la esfera celeste.
A la vez, se puede observar el hecho social generalizado del uso como cucañas sobre un árbol pelado o poste vertical y terrestre que se elige, corta y se traslada con gran boato. El tronco una vez situado en la plaza pública se enseba y en su extremo superior se coloca un elemento (bandera o pañuelo, una cruz, adornos vegetales o florales, diversas vituallas) que la ágil juventud debe alcanzar escalando para obtener el codiciado premio.
En las zonas de costa se acostumbran las cucañas horizontales que son un largo poste o viejo mástil que colocado en la bocana del puerto, en una embarcación o a orillas de las rías de calado adecuado se asoman sobre el líquido elemento. En su extremo más alejado se coloca una bandera que andando por el resbaladizo cilindro, los envalentados participantes deben coger evitando la posibilidad previa de un sonado chapuzón en el agua. También han existido cucañas horizontales de construcción sofisticada (cucaña de rueda o giratoria) que se accionan sobre un eje rotatorio central y mientras dan vueltas, los participantes deben avanzar en pie de un extremo a otro del eje móvil y sin caer, alcanzar el objeto (bandera o pañuelo) que les erigirá en ganadores del juego.
Josu Larrinaga Zugadi – Sociólogo